Comienzo este curso de baja con mucho pesar. Porque es una baja iniciada tras una serie de lesiones físicas originadas por el estrés. La escuela es bella, es bonita, pero también es dura, y tiene un trasfondo y unos pasillos interiores que, a veces, son difíciles de transitar. A eso se unen los pequeños problemas personales que tiene toda la gente en la vida. La combinación de muchas piezas conectadas, a veces, da como resultado un choque imposbile de evitar. El cuerpo es sabio y el mío ha dicho basta. Cuando somos muy jóvenes todo nos parece posible, ahora, hay cosas pequeñas que me parecen imposibles, como realizar ciertos esfuerzos físicos o someterme a ciertas tensiones emocionales.
Voy poco a poco arreglando los desaguisados de un año duro que pasó como una feroz ventolera: la muerte de mi madre en el mes de octubre, la enfermedad grave de un miembro de mi familia; la covid 19 y su confinamiento; la falta de entendimiento con algunas personas de mi entorno; mi personalidad protestona y poco sumisa; la ilusión por cambiar el mundo como un rastro adolescente que me acompaña; la incapacidad de soportar ciertas hipocresías. La necesidad de adaptación a las nuevas circunstancias motivadas por tantos cambios. Tras un verano complicado de lesiones físicas que iban dando la lata poco a poco, vino, por último, el fallecimiento del jovencísimo hijo de una amiga, como detonante de una explosión que ha dinamitado mi salud. Aquí ando, recomponiéndome física y emocionalmente de tanto asunto, sin perder de vista a mi querida escuela, sin dejar de informarme, y sin dejar de ser yo misma. Al acecho estoy. Recuperándome, pero sin bajar la guardia. Yo nunca abandono la lucha. Soy peona escolar, maestra de Infantil. Con esto, todo queda dicho.
