Erase una vez una niña grande, llamada Catalina, que quería ser como su hermano pequeñito. Se hizo un ovillo, se agarró las piernas, y como una bola redonda de luna, pegó un bote, y Catalina se metió en la cuna. La cuna se cayó de un trompetazo, pero su mamá, a la niña, le dio un abrazo. Le dijo: “Te quiero, y te quiero grande, hija mía.” . La niña se puso de pie, con mucho valor, y entonces, se sintió feliz de ser Catalina, la hermana mayor.

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